El giro lingüístico

La clave del tercer momento de la hermenéutica está en lo que se conoce como giro lingüístico. Ahora, la intencionalidad, el sujeto, da paso a la dimensión semántica, al lenguaje, y entonces la comprensión ya no girará en torno de un milagroso proceso de empatía entre autor e intérprete sino que toda compresión será siempre lingüística.  Vale decir, se girará desde lo psicológico a lo semántico, ya que el lenguaje pasa a ser concebido, por un lado, como materia prima del mundo social y, por otro, como rasgo ontológico fundamental de la racionalidad humana.
  


"Todo ser que puede ser comprendido es lenguaje"
                                                             Gadamer (1991, parte II, cap.9) 

 Así, la esencial subjetividad del comprensivismo, la cual radicaba en la incontrolabilidad de la empatía psicológica entre el intérprete y el autor, ahora es suprimida y superada por la centralidad del lenguaje, sobre el que sí puede haber algún tipo de control.

Conceptos básicos de la hermenéutica


En primer lugar, cabe aclarar y reiterar que la hermenéutica no pretende constituirse en una nueva preceptiva del comprender -no se trata de una metodología- sino que, por el contrario, su tarea será, según Gadamer, la de "iluminar las condiciones bajos las cuales se comprende". Dicho de otro modo, de lo que se trata es de desocultar todos los condicionantes previos que determinan en parte el conocimiento, incluso el científico. La racionalidad humana, lejos de ponerse en marcha desde una posición de "objetividad", no puede sustraerse al flujo de ciertos "prejuicios" que son constitutivos de su propio ser. Todo acto cognoscitivo, todo intento de explicar el mundo, posee una dimensión de interpretación. Siempre estamos ya ligados de algún modo a un mundo con sentido previo, a una comunidad de prejuicios desde la cual comprendemos, y a la que se denomina "tradición". Por lo tanto, afirmar el carácter interpretativo de todo conocimiento implica, en primer lugar, reconocer que a esa supuesta primera relación de sujeto-objeto en la que se asienta la "objetividad" la antecede otra más originaria: la ligazón del hombre con un mundo, con una tradición. Dicha relación previa a la objetivación, suelo ineludible de todo posible teorizar, es lo que en hermenéutica se denomina "pertenencia". 

"Pertenencia", por lo tanto, señala esa imprescindible ligazón del que comprende con una "comunidad de prejuicios condicionantes", con una suerte de "saber de fondo" sólo a partir del cual el hombre puede producir sentido; saber que proyectamos sobre el objeto a conocer antes de cualquier distancia objetivadora.

El carácter finito y condicionado del conocimiento, esa relación previa que nos liga con una tradición, la pertenencia, señala la presencia ineludible de dos elementos que se anteponen siempre a toda distanciación objetivadora: la historia y el lenguaje.

Así, tradición y pertenencia indican, en primer lugar, la historicidad de la comprensión, la ligazón del pensamiento a un suelo histórico, y en segundo término el carácter lingüístico de todo comportamiento humano respecto de las cosas. 

Comentarios