Marx: la práctica revolucionaria

Para Marx, lo que define la naturaleza humana es el trabajo, la objetivación o exteriorización en la naturaleza de las representaciones que el hombre puede construir en su mente. Se produce en el ser humano un desdoblamiento no sólo intelectualmente (en la consciencia), por el cual el hombre es a la vez sujeto y objeto, sino que además hay un desdoblamiento real en el cual el hombre se contempla a sí mismo en un mundo creado por él. El proceso es dialéctico: el hombre sale de sí y se exterioriza humanizando la naturaleza a través de sus obras y a su vez esta transformación vuelve sobre sí y opera una transformación de las condiciones de la vida humana. El trabajo no puede reducirse a la mera actividad económica, a simple medio de subsistencia, sino que debe permitir que el hombre se realice como ser génerico. Sin embargo, las condiciones históricas reales no han permitido lograr las condiciones para que el trabajo se cumpla en sus condiciones esenciales y definitoria y, así, la historia de la humanidad no ha sido otra que la historia de la lucha de clases entre explotadores y explotados a través de distintos modos de producción, y el trabajo no es más que trabajo alienado o enajenado.

El modo de producción capitalista deberá dejar paso a una nueva forma de las relaciones de producción, el comunismo, que anula y supera a aquél. En esa nueva forma de sociedad, desaparecen las clases sociales y la alienación, y el ser humano puede cumplir cabalmente su esencia.

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