La problemática hermenéutica tiene una historia de larga data, y está asociada indisolublemente al arte de la comprensión e interpretación de textos. Sus orígenes pueden ser ubicados en las necesidades dogmáticas de la teología, el derecho y la filología. Así, de las urgencias reformistas por reinterpretar las Sagradas Escrituras nace una hermenéutica teológica; y del mismo modo, a partir de los esfuerzos renacentistas por recuperar el modelo de lo clásico, se va forjando una hermenéutica orientada al estudios de los grandes escritores de la antigüedad greco-romana. Y lo mismo puede decirse de la hermenéutica jurídica, abocada a la interpretación de los viejos códigos de justicia. El quehacer de estas disciplinas se funda en una problemática común: la de restablecer un vínculo con una tradición cuya comprensión se encuentra oculta o ha sido distorsionada.Por lo tanto, cabe agregar, hay necesidad de hermenéutica allí donde no es posible un significado inmediato, donde el sentido se ha quebrado y se requiere el trabajo del interpretar.
Un segundo momento en la historia de la hermenéutica está constituido por la reacción romántica e historicista al modelo de la ilustración. Contra el paradigma de un razón absoluta que, sustentada en el vertiginoso avance de las ciencias naturales, se muestra portadora de un explicación necesaria y objetiva del mundo, resurge la problemática de la interpretación como tema de reflexión filosófica. Con el romanticismo el tema hermenéutico gana universalidad a partir del carácter inexorable del malentendido: el redescubrimiento de la importancia de la subjetividad hace aparecer ahora al autor detrás del texto, y por tanto, la obra comienza a ser vista como un reflejo del autor. Es precisamente en esa época, el siglo XIX, cuando se intenta fundamentar las ciencias sociales con un método propio, distinto al de las ciencias naturales: si estas "explican", puesto que en ellas es posible la objetividad, aquellas "comprenden" o "interpretan", dado que en ese campo, es imposible la separación de sujeto-objeto.
Finalmente, el tercer paso en la conformación del sentido de una hermenéutica filosófica es fruto de nuestro tiempo. Se enmarca en el contexto de la consumación del proyecto moderno de razón o, dicho en otros términos, el perfil hermenéutico que caracteriza el pensamiento filosófico actual sólo puede ser comprendido como una filosofía de la época de la técnica.
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Un segundo momento en la historia de la hermenéutica está constituido por la reacción romántica e historicista al modelo de la ilustración. Contra el paradigma de un razón absoluta que, sustentada en el vertiginoso avance de las ciencias naturales, se muestra portadora de un explicación necesaria y objetiva del mundo, resurge la problemática de la interpretación como tema de reflexión filosófica. Con el romanticismo el tema hermenéutico gana universalidad a partir del carácter inexorable del malentendido: el redescubrimiento de la importancia de la subjetividad hace aparecer ahora al autor detrás del texto, y por tanto, la obra comienza a ser vista como un reflejo del autor. Es precisamente en esa época, el siglo XIX, cuando se intenta fundamentar las ciencias sociales con un método propio, distinto al de las ciencias naturales: si estas "explican", puesto que en ellas es posible la objetividad, aquellas "comprenden" o "interpretan", dado que en ese campo, es imposible la separación de sujeto-objeto.
Finalmente, el tercer paso en la conformación del sentido de una hermenéutica filosófica es fruto de nuestro tiempo. Se enmarca en el contexto de la consumación del proyecto moderno de razón o, dicho en otros términos, el perfil hermenéutico que caracteriza el pensamiento filosófico actual sólo puede ser comprendido como una filosofía de la época de la técnica.
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